6 de diciembre de 2010

No es cosa de un consumidor, ni de un viajero

A mí me da la sensación de que las organizaciones de consumidores, y las oficinas de defensa del consumidor, se confunden. La misma impresión tengo de los medios de comunicación que les han dado voz para orientar a sus lectores en cómo han de reclamar el precio del billete perdido por la actitud salvaje que tuvieron el viernes, 3 de diciembre, los controladores.
En algún medio he leído que lo llamaban motín. Está mejor expresado, porque se ha tratado de un movimiento desordenado de una muchedumbre contra la autoridad constituida.

El caso es que yo creo que las organizaciones de consumidores se confunden, porque los consejos que están dando (Reclame a su compañía, guarde todos lo comprobantes de gastos, incluso los de teléfono o wifi...) son válidos para cuando un avión, un solo avión, no parte. Y da lo mismo las razones: por retraso de la compañía, por retraso en la terminal, por mal tiempo...

No es el caso. Los damnificados no deben comportarse como si fueran elementos aislados que se han visto perjudicados por cuestiones que les afectan a ellos y a otros pocos.
El viernes se habló de 350.000 viajeros imposibilitados para volar. Algunos de ellos se quejaban de que al formular la reclamación les devolverían el billete de ida, pero no así el de vuelta, que presuntamente no iba a verse afectado.
Pero cuando se coge un paquete vacacional de cinco noches en un destino turístico, si no se llega el primer día, y no se tiene seguridad de llegar el segundo, te lo empiezas a pensar. Y cuando empiezas, decides que casi no te compensa hacer la maleta para llegar a las 8 de la tarde de un domingo y tener que salir a las 8 de la mañana de un miércoles. Oye, 2.000 euros del ala pagó mi amiga V. por irse esos días a Italia con la familia.
No, no es el caso. Quien ha contratado un paquete de cinco noches, quiere llegar la primera, y no le vale llegar dos días tarde. Además, esas 48 horas de incertidumbre y mala leche no se compensan cuando se te reembolsa la parte proporcional al viaje de ida más el gasto en teléfono de las llamadas a tu compañía aérea.

Es más. Si en lugar de ser ese viajero que ha comprado un paquete para pasar esos días constitucionales e inmaculados en Canarias, eres el propietario del hotel que va a llenar las camas del ala oeste, y las mesas, de comidas y cenas; si además has contratado para ello a un tropel de camareros y camareras; si has comprado mil pollos para el sábado, 400 kilos de costilla para el domingo, 600 kilos de naranjas, 4.000 cruasanes...

Si eres el propietario del parque de atracciones y has dejado el resto en animadores para cuatro días, y en pirulís y matasuegras, si has sacado a las orcas y delfines de su letargo otoñal para ofrecer espectáculos... Si eres el dueño de ese pequeño bar del puerto que ha contratado a un cantante para que amenice los cócteles... Si eres el guitarrista que se ha hecho un traje para amenizar los cócteles del pequeño bar del puerto...

Pues bien. Yo creo que todos esos damnificados deben asociarse, buscar un buen equipo de abogados y arremeter al menos contra los 442 controladores expedientados por AENA. Y con un poco de suerte, quizá encuentren el apoyo del Gobierno canario.

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