17 de diciembre de 2012

Cómo tranquilizar al cliente del hotel

Hace unos años hice un reportaje sobre unos observadores españoles que fueron a Haití a vigilar un proceso electoral. Uno de ellos, abogado, llegó un día antes que el resto y se alojó en su hotel. A la hora de deshacer las maletas, se asomó al balcón y en el edificio de enfrente había un hombre en una ventana. Bajó a comer y al volver el hombre seguía allí. Echó su siesta y, al despertar, el hombre seguía allí. Le entró la paranoia. Estaba en Haití y estaba solo. Bajó a la recepción, les contó lo del hombre de la ventana y le dijeron que no se preocupara, que era un zombi. "Claro, ya me han dejado ustedes tranquilo. Es un zombi".
Y entonces le explicaron la creencia vudú: Los zombis son personas  envenenadas a las que se llega a enterrar, pero se les suministra un antídoto que permite que se levanten y anden en una especie de sonambulismo. Sus necesidades vitales están reducidas a lo mínimo y es como si tuvieran el encefalograma plano. Carecen de voluntad.
Lo he recordado al leer esta entrada en un blog.

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