9 de septiembre de 2017

Sororidad getxotarra

 Mi amiguísima, mi hermana, prima Estibaliz, o algo así, me presta este texto.
Va por ti, por mí, por todas:


Mujeres.
Os miro y me doy el gusto de masticar la palabra, así, en plural:
Mu je res.
Somos mujeres.
Somos mujeres y vivimos en red.
Vivir en red es colaborar en la supervivencia.
Y de eso sabemos las hembras de muchas especies.
También nosotras.
Y me repito.
Mujeres.
Y colaborando en red.
Una red que sostenemos todas juntas
porque hubo un día en que quisimos meternos debajo,
y lo hicimos,
y que nos sostiene a todas ,
porque no es una red de pesca
y podemos bajarnos.  
Nos mantiene a flote.
Sirve para saltar muy lejos y volver vivas a casa.
Es la misma red que usan las equilibristas.



Yo soy una mujer, como vosotras, y como vosotras formo parte de esta red, en la que cada una vuelca lo que tiene y lo que sueña. Y yo sueño escribiendo.
Soy mujer, agente y poeta. Y estas tres identidades también trabajan en red. Comparten experiencias y hallazgos y escriben cogidas de la mano.
La escritura me permite dibujar el mundo, desde la mujer que soy y desde mi trabajo como agente. También me permite acercarme a otras mujeres, a su dolor, su indefensión y su miedo, y construir con todo ello un acto de justicia poética.
Escribir cura porque haciéndolo, vacío los cajones de telarañas y le pongo nombre al miedo.  Además,  necesito la justicia poética  que me aporta, para poder seguir luchando por un mundo igualitario y seguro para nosotras. 
Mujeres.
Por eso, las puntadas que quiero añadir a esta red provienen de escribir un monólogo para una mujer muerta que, muy cabreada, acude a comisaría a poner una denuncia.
Se titula  Piojos con la uñas.  Y no sé muy bien si es un poema o un puñetazo que pego sobre la mesa porque necesito protestar.
Os lo leo.



Piojos con la uñas

Vengo a denunciar al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia, porque, por fin, estoy muerta. Pero no tengo prisa. Ustedes sabrán donde se apunta.
Seguro que existe una casilla para marcar las muertes cantadas.  Tendrán un manual. Un vademécum de la culpa que explique el nivel de implicación de los acusados.
Búsquelo, necesito que se entienda bien.
Estoy aquí para demostrar que son culpables.
Quiero denunciarlos por complicidad y por dejación de ayuda.
¿Creé usted que prosperará la denuncia?
Le veo preocupado. Como si no supiese qué hacer con mis palabras.
Es su trabajo. Preguntar y tomar notas.

Yo estoy muerta porque nadie vio nunca nada.
Ocurre tan poco a poco  la muerte
que sigues contestando al teléfono.
Y hasta te crecen las uñas.
Te matan en silencio.
Sin facturas.
Un trocito cada día.

Rellene su jodido cuestionario.
 No sea pusilánime.
Que yo sea la muerta es circunstancial.
Ha ocurrido hace unas horas.
Me mató en casa
como quien aplasta piojos con las uñas.

Necesitarán pruebas
y yo estoy aquí para eso.
Un cadáver dispuesto a declarar.
El caso más fácil de su vida.
Me han traído los forenses con el trabajo hecho.
Éramos viejos conocidos y la autopsia, más que autopsia,
ha sido un reencuentro.

Matar es sólo un gesto.
Aprietas
y el cuello se rompe
como se rompen los vasos
que se caen solos de las manos.

Pero no se equivoque conmigo.
No quiero promesas, ni despachos
donde pueda hablar mucho más cómoda de mi problema.
Quiero denunciar al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia
y que me asignen un abogado de oficio.

La violencia es inmensa,
pero esto no es una guerra.
Duerman tranquilos.
Las guerras se hacen contra los pueblos
y las mujeres no somos un pueblo.
Se hacen contra las ideas
y las mujeres no somos una idea.
Se hacen contra los hombres
y las mujeres en las guerras
somos cuerpos que hacen cuerpos.
Cuerpos viudos, violados.
Por eso
nadie vio nunca nada.
No hay epidemia
ni exterminio
mientras nos maten
En Casa.
De una en una.
Como quien aplasta piojos con las uñas.

Pueden abrirme en canal y analizarme por partes.
Esta vez llegaré al final y ustedes podrán colgarse una medalla.
Por fin duerme tranquila, la muerta, en su cajita.
Estibaliz San Sebastián

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