25 de abril de 2011

La firma Mercedes de Miguel vista por el marido de la diseñadora


 Javier Errazti, consorte de la diseñadora Mercedes de Miguel

"Tengo el gusto perdido"
 
Vive el proyecto empresarial de su esposa, la diseñadora Mercedes de Miguel, como si fuera el suyo. Acaso lo sea. Javier Errazti (Barakaldo, 1955) es ingeniero y trabaja en una de las plantas herederas de Altos Hornos de Vizcaya. En su división, transforman pesadas bobinas en ligeras planchas para la fabricación de latas de conserva. Tienen dos hijos en edad de acabar la carrera.
- La conocí en Barakaldo. Tenía un pelo, un coletón, que le llegaba hasta el pompis. Me fijé en la de la coleta. Ella trabajaba, yo estudiaba.
- ¿Cómo empezaron con lo de la empresa?
- Ella ya era empresaria. Tuvo una academia en un cuartito de su casa y cortaba ropa para las mujeres. De ahí, alquilamos..., bueno, alquiló ella una lonja y puso una academia mayor. Como siempre estaba con el tema de la ropa, le dije que pusiéramos algo. Ella decía que era complicadísimo y yo, que no, que facilísimo&hellip ¡Y es de complicado...! Allí empezamos. Sería 1989. Puse una mesa. Íbamos echando las capas de tela y la primera colección casi la corté yo entera. Salía de trabajar, con la corbata y todo, y me ponía a cortar. No teníamos ni comercial. Cortaba, cosía ojales de chaqueta...
- ¿Sabe hacer ojales?
- Sí, a máquina. Mercedes cuida mucho la calidad de la prenda y uno de los puntos de un buen acabado es el ojal. Me enteré de que un sastre de Bilbao cerraba el negocio y fui. Vi la máquina de los ojales y le pregunté cuánto valía. Me dijo que nueva millón y medio de pesetas, pero que me la dejaba en 500.000. Pensé que estaba loco porque la máquina parecía de museo. Le ofrecí 50.000 y como al día siguiente tenía que dejar el local&hellip Me dijo que le estaba robando, pero me la llevé al taller y la dejé en una esquina. A una de estas, me fui a Barcelona a una feria de maquinaria. ¡Vi una máquina idéntica! Costaba millón y medio. Al llegar a Barakaldo cogí el destornillador, un bote de aceite y la puse en orden. Empezó a coser y nos ha hecho miles y miles de ojales.
- Habla usted como si la empresa fuera suya.
- Ella es la madre y yo el padre. Antes yo era una pieza importante. Ya no, estoy un poco fuera. Ahora hay 13 trabajadores, más las tiendas. Vamos a abrir otra en Bilbao.
-¿Están los tiempos para aventuras?
- Hay que arriesgarse. Ha sido buena la crisis porque ha limpiado el mercado. Vendemos más ahora. Con la nueva línea se vende más, pero facturando algo menos. Nosotros no somos empresarios de ganar dinero, sino de obtener satisfacción.
- Usted ha visto la evolución de Mercedes.
- Siempre ascendente. Mercedes no es de carrera, pero tiene una inteligencia natural impresionante.
- ¿Y el cambio en sus diseños?
- Voy a contar algo. Yo seleccionaba las colecciones. ¿Sabe cómo lo hacía? Me sentaba y empezaban a sacar carros. 'Javi, ¿qué te parece esta?'. 'Huy, qué bonita'. La retiraban. Si decía que no me gustaba, la comercializaban. Yo tengo el gusto perdido. Soy muy clásico.
- ¿De verdad que hacían todo lo contrario de lo que decía?
- Sí.
- ¿No le hace sentirse mal?
- Noooo... Pero iba a las ferias a vender y algunos clientes querían hacer el pedido solo conmigo. Y no sé por qué.
A por el mercado chino
- ¿Qué le ha gustado más de las creaciones de su esposa?
- El desfile del Guggenheim. Muchas veces me ha dejado impresionado, pero aquella vez...
- Están abriendo su mercado.
- Vendemos en el Reino Unido, en países árabes. Ahora Mercedes quiere abrirse a China.
-¿Es la misma ropa?
- Para los árabes es distinta. Piden faldas más largas y menos escotes. En el resto es igual.
- Como en China guste&hellip Son más de 1.300 millones de habitantes.
- Si les gusta, la armamos. Puede pasarnos como con las angulas.
-¿Cómo?
- Ellos sueltan las angulas en los arrozales para que se coman un parásito y cuando están grandes y gordas se las venden a los japoneses. No les importa cuánto pagan porque en un kilo hay montones. Además, hacen negocio redondo: cuidan los arrozales y luego las venden.
- ¿Es un mercado difícil?
- No si se cuenta con un buen representante que hable chino.
- Tienen una gran capacidad de copiar, ¿no?
- Ese es otro de los peligros. Te compran la colección a una por talla y te la fusilan. Pero eso pasa en todos los lados. También aquí.
- ¿Qué se hace en un caso así?
- No se puede hacer nada. Si en lugar de tres botones tiene dos, ya no es copiar.
- ¿Da rabia?
- Mercedes se sube por las paredes.
- ¿Cómo llevan lo de trabajar con tanto adelanto?
- Ahora están con la primavera de 2012. Trabajamos con cartera de pedidos. Cuando se cierra la campaña de ventas se empieza a fabricar.
- El riesgo entonces lo tiene el establecimiento.
- A veces te piden un vestido de tal color de la talla 42. Ese vestido tiene nombre y apellidos: lo están comprando para una clienta. Antes se compraba con más alegría.
- ¿La suele acompañar a comprar los tejidos?
- No. Yo solo hacía la parte técnica. Y cortaba.
- ¿Qué es eso de que cortaba?
- Mercedes hacía el patrón. Cuando aquello, se hacía el patrón de cada talla en cartón. Yo lo cortaba y a veces hasta hacía escala. Ponía igual veinte capas de tela y cortaba con una cuchilla vertical. La tela no podía estar muy tensa porque se recogía. Ahora se hace con ordenador y se busca el mayor aprovechamiento de la tela.
-¿Antes lo hacía usted?
- Al principio. Luego, iba a casa y, después de bañar a los críos, me dedicaba a hacer facturas. La impresora era de agujas. Hacía mucho ruido. Los vecinos creían que era Mercedes cosiendo por la noche.
- ¿Dónde cosen?
- En Portugal, Marruecos, España... ¡A veces te llevas cada susto...! Lo más importante es la plancha. Me llevé un chasco cuando supe cómo se decide la moda; por ejemplo, que se va a llevar el lino verde.
-¿Cómo?
- Un año antes se juntan en Alemania un montón de diseñadores, economistas y no sé qué y dicen: 'Este año hay superproducción de lino'. Y así deciden. Bueno, luego la calle manda.
-¿Cómo lleva las temporadas que ella pasa fuera?
- Antes podía acompañarla, ahora ya no. Tiene su precio: cuando estoy dos semanas solo, me produce tristeza. Y cuando está aquí viene muy tarde, a las diez y media. Y voy al taller y ya no tengo cosas específicas que hacer.
 
Publicado en El Correo, 25/04/2011.
La foto es de Mireya López.

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