Quiero contarte una cosa. Quiero confesarte mi complejo étnico.
La semana pasada estuve en Suecia. He aprendido tanto, que te lo iré
contando de a poquitos.
Imagina la escena. Entrada a un museo de arte moderno, en Malmö. El de la
foto. La entrada es una puerta de dos hojas. Bajo el quicio, conversan media
docena de mujeres. Están distraídas,
atentas a su conversación. Creo que festejan algo, porque tienen unas copas de
vino o de cerveza. Las cinco están mirando hacía una de ellas, que es precisamente
aquella que está más cerca del marco de una de las dos puertas. No entiendo lo
que dicen, porque hablan en sueco. Quiero salir. Le doy un toque en el hombro a
la que está más a la derecha, porque entre ella y el marco hay un palmo y
necesito algo más de espacio. No soy de la talla 38. Ni me mira. Quizá da un
sorbo de su vaso. Sigue atenta a lo que dice la de la izquierda.
Son mujeres de una edad parecida a la mía, un poco más bajas, todas ellas
rubias. O sea, suecas, o previsiblemente suecas. Le vuelvo a dar un toque en el
hombro, esta vez más fuerte, esta vez, casi como golpeando con la aldaba. Saco
mi más perfecto castellano: “Tú, sueca, ¿quieres apartarte de una vez, que
quiero salir?”. Alargando la i, ya sabes. La sueca es sorda y además tampoco tiene
el sentido del tacto a la altura del hombro. Bueno, o quizá lleve hombreras
para defenderse. Ni puto caso, oye.
Se me sube un coraje a la cara, se me viene mi vena más macarra y violenta,
me digo aquello de ‘¿Para qué te ha dotado la naturaleza democrática de estos codos
puntiagudos?’. ‘Úsalos, Lucía, que esta sueca de los cojones no te tome por el
pito de un sereno’. Justo en ese instante, Jenny (la periodista sueca que me ha
invitado a Malmö a hablar de Pikara) aprovecha la brecha y sale. Yo, tras ella.
Al salir y encontrarme con mis colegas, procedo al desahogo. Soy de barrio: ¿Esa
piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii sueca, blablabla.
Paro.
¿Tienes alguna explicación para esto?
Te escucho atenta.
El final de la peli lo contaré en un comentario a este post. Yo aluciné,
confío en que tú me respaldes.
Hace 7 años
2 comentarios:
Esperaba que alguien propusiera alguna hipótesis: se trataba de una performance sobre la utilización del espacio público por las mujeres y de ver de qué forma reaccionamos cuando son ellas las que lo invaden. Y a mí, como me dijo Elvira Altés, me salió la vena étnica de creer que no me hacían caso porque hablaba español.
Qué interesante!
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