20 de junio de 2014

Cosas que quiero contarte, 3

Quiero contarte una cosa. Quiero confesarte mi complejo étnico.
La semana pasada estuve en Suecia. He aprendido tanto, que te lo iré contando de a poquitos.
Imagina la escena. Entrada a un museo de arte moderno, en Malmö. El de la foto. La entrada es una puerta de dos hojas. Bajo el quicio, conversan media docena de mujeres. Están  distraídas, atentas a su conversación. Creo que festejan algo, porque tienen unas copas de vino o de cerveza. Las cinco están mirando hacía una de ellas, que es precisamente aquella que está más cerca del marco de una de las dos puertas. No entiendo lo que dicen, porque hablan en sueco. Quiero salir. Le doy un toque en el hombro a la que está más a la derecha, porque entre ella y el marco hay un palmo y necesito algo más de espacio. No soy de la talla 38. Ni me mira. Quizá da un sorbo de su vaso. Sigue atenta a lo que dice la de la izquierda.
Son mujeres de una edad parecida a la mía, un poco más bajas, todas ellas rubias. O sea, suecas, o previsiblemente suecas. Le vuelvo a dar un toque en el hombro, esta vez más fuerte, esta vez, casi como golpeando con la aldaba. Saco mi más perfecto castellano: “Tú, sueca, ¿quieres apartarte de una vez, que quiero salir?”. Alargando la i, ya sabes. La sueca es sorda y además tampoco tiene el sentido del tacto a la altura del hombro. Bueno, o quizá lleve hombreras para defenderse. Ni puto caso, oye.
Se me sube un coraje a la cara, se me viene mi vena más macarra y violenta, me digo aquello de ‘¿Para qué te ha dotado la naturaleza democrática de estos codos puntiagudos?’. ‘Úsalos, Lucía, que esta sueca de los cojones no te tome por el pito de un sereno’. Justo en ese instante, Jenny (la periodista sueca que me ha invitado a Malmö a hablar de Pikara) aprovecha la brecha y sale. Yo, tras ella.
Al salir y encontrarme con mis colegas, procedo al desahogo. Soy de barrio: ¿Esa piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii sueca, blablabla.
Paro.
¿Tienes alguna explicación para esto?
Te escucho atenta.
El final de la peli lo contaré en un comentario a este post. Yo aluciné, confío en que tú me respaldes.

2 comentarios:

momodice dijo...

Esperaba que alguien propusiera alguna hipótesis: se trataba de una performance sobre la utilización del espacio público por las mujeres y de ver de qué forma reaccionamos cuando son ellas las que lo invaden. Y a mí, como me dijo Elvira Altés, me salió la vena étnica de creer que no me hacían caso porque hablaba español.

Anónimo dijo...

Qué interesante!