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2 de octubre de 2010

El amor y la columna perduran en la cabeza


"Tanto el amor como la columna periodística deben satisfacernos ahora, pero la belleza y la fuerza de ambos se mide por su capacidad de no írsenos de la cabeza".
Celâl Salik, periodista en Pamuk, Orhan. 'El museo de la inocencia'. Barcelona, Mondadori, 2009. Pág. 175

16 de mayo de 2010

Los pederastas son miopes

Te traigo un anuncio sobre las prevenciones que se deben tener con los hijos e Internet. De todos los estereotipos que rescata, el que me llama la atención es el del pederasta. ¿Por qué debemos pensar que un pederasta es un tipo miope, melifluo, encorvado, asqueroso? ¿Por qué la asquerosidad del paidófilo debe reflejarse es su aspecto físico? ¿No los hay MUY MUY atractivos que son capaces de enamorar a mujeres con hijas e hijos menores?
Son mayoritariamente hombres. A veces, homosexuales.
Va el anuncio.

7 de enero de 2010

Pst, escucha, un bolero canalla

Antes de ti no hubo antes, Reloj no marques las horas, Como la hiedra pegado a ti, Si tu me dices ven... Todos boleros en que se ama y se homenajea, salvo en éste: Es un bolero canalla.
Escucha atentamente a partir del minuto 1:37.


Y esta versión de aquí abajo, ¿no suena a bachata?

10 de noviembre de 2009

Un amigo ha publicado un libro

Hoy hemos presentado en Bilbao el libro de poemas 'Curso de gramática' de Juan L. de la Cruz.

Éste ha sido, más o menos, el contenido de mi intervención:

"Yo no tengo idea de qué esperan de mí aquí, ni de lo que les ha dicho Juan, pero no vengo a hablar de un libro, sino de un amigo. Juan, L. de la Cruz, y yo somos amigos. Y como somos amigos, puedo decir de él cualquier cosa, todo positivo, claro. De modo que en ese sentido deben entender mis palabras.

Juan es un tipo extraordinario, extraordinario no en el sentido de eso que se añade a lo normal, sino de lo que se sale de ello, de lo que se escapa de la normalidad.

Es un tipo de otra época, y se nota en cómo expresa sus afectos, incluso en cómo los profesa.

Yo diría que es un tipo profundamente humano, muy amable, y en apariencia, pequeñito. En apariencia.

Un día, el primero, se pasó por mi despacho, en la UPV, para pedirme un sacapuntas.

Díganme, hoy en día, cuando ya ni se usan los bolígrafos o las plumas, ¿quién usa lapicero?

Es un tipo de otra época.

Sin embargo, es muy de esta época, es un tipo extraordinariamente contemporáneo.

Con decirles que usa las redes sociales, tipo Facebook, conduce e incluso habla por teléfono.

Les digo esto porque si antes de que él me sorprendiera mostrándoseme en esas tres actividades me hubieran preguntado "Oye, ¿tú crees que Juan conduce?, ¿usa el teléfono?".

Lo habría negado.

Y a fuerza de verle he tenido que resignarme y aceptar aquello que nunca me habría creído

Algo parecido me pasó cuando conocí a su esposa: me llevé otro sobresalto.

Yo tengo la impresión de que finalmente es un tipo de todas las épocas.

Y es evidente que no pasa desapercibido

Y provoca una gran curiosidad:

Juan es también ese tipo al que una mira alejarse por el pasillo, de espaldas, fijos los ojos en su chaqueta color camello, como queriendo entender más o mejor.

Leyéndole me he llevado grandes sobresaltos.

Porque si uno se deja llevar por las apariencias, podría llegar a pensar que es un tipo mojigato, o cursi.

He mirado la palabra 'Cursi' en el DRAE, porque hay que consultar los diccionarios y porque, como decía Lázaro Carreter, el diccionario es un código moral.

Dice de cursi: Se dice de un artista o de un escritor, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados.

Aquí lo que importa es ese en vano, porque Juan logra el refinamiento expresivo y sus sentimientos están a gran altura. Por eso elevan a quien los goza

Algunos de sus poemas son muy atrevidos, tanto en el contenido, en aquello que quiere inducirnos, como en la forma.

Fíjense, Juan ese tipo capaz de dejar a la mosca que se coma parte del pastel y hacerdespués un poema.

No sé si me entienden.

Ése es su punto de vista.

Llegados a una edad, vamos sabiendo qué nos conviene y qué debemos hacer o no hacer.

No abusar de la sal, por aquello de la tensión; comer un poquito menos; hacer un poco de ejercicio...

Ya saben, lo normal.

Pero somos algo más que un cuerpo que envejece.

La poesía es un alimento fundamental y básico, que debemos incorporar a nuestra dieta.

Sin abusar.

Un poema, o dos, al día fortalecen el espíritu, dan alas a esa sustancia que llamamos alma

y proporcionan una felicidad que a veces podemos llegar a confundir con la ensoñación.

Cuando era joven, en esa infinita ignorancia de quien es joven, creía que la poesía debía ser espontánea, fruto de un momento semejante al hipnotismo.

No sé si conseguiré explicarme: Una novela debe ser un producto intelectual muy elaborado y pensado, que probablemente se escribe lejos de un ordenador más que sobre las teclas. Es producto de la reflexión que nace mirando a la nada, o a la fuente del jardín, o a la puerta del frigo.

Pero la poesía, creía, debe ser más sentida que pensada.

Créanme, en mi suficiencia, recelé de Borges y su poesía.

No me importa haberlo creído durante un tiempo, porque ahora sé que estaba equivocada.

Esa poesía que el autor persigue, que se trabaja, a la que vuelve un día y otro, y hoy deja inconclusa, y también mañana; porque no encuentra esa parte que necesita; o esa idea que se asoma, pero no se deja ver del todo; que atisba como si sufriera cataratas; y necesita más nítida; o esa idea que se exhibe en su amplitud, en todas sus dimensiones, grandes dimensiones, pero...

Nos faltan las palabras. Y la idea en nuestra mente es mucho más bella, o simplemente distinta a como lo es en la expresión.

Y tenemos que seguir buscando.

Y borrando aquí, y trazando allí..

Esa... es mejor poesía,

El resultado de esa búsqueda es mejor poesía.

Juan persigue sus poemas hasta darles caza.

Y ahí compartimos procedimiento: Él por la poesía.Yo por el periodismo.

Compartimos el afán de perseguir las palabras.

O al menos de buscarlas

Juan me pidió el sacapuntas porque seguramente lo necesitaba, pero este hombre tan de su tiempo aquel día hizo una nueva operación de marketing: amplió su mercado y me ganó como clienta.

Yo leeré todo lo que escriba Juan.

Y si como en este caso lo publica, lo leeré más veces.

Y he querido hablar del amigo, y no de la poesía

Porque la persona es su obra, sin duda,

Y cuando la obra es un poema se es mucho más persona.

12 de octubre de 2009

30 de agosto de 2009

La había matado, claro


Se cuenta aquí. Laura tenía 19 años, trabajaba en el bar de su familia, dormía cada noche en su casa. Tenía amigas y un novio que la amaba.
Y tenía un ex de 32 años que la maltrató. Había renunciado. Lo denunció y las familias de ambos acordaron que retirara la denuncia. Pobre Laura. Nadie calibró el riesgo.

Una jara para ella.

Y la foto es de aquí.

20 de agosto de 2009

Actores de reparto

En la novela 'Sólo un muerto más', de Ramiro Pinilla, hay un personaje -de Neguri, ocioso, extravagante, con ciertos aires aristocráticos- que cuenta pasos y tiene como objetivo hacer un mapa cuya unidad de medida sea el paso, el suyo. Es un personaje necesario para la trama pero que aparece fugazmente. Es fascinante.
Algo de autobiográfico hay en ello. Y lo cuento: Cuando hicieron el metro, el trayecto por Getxo (donde vivimos el escritor y yo) fue idéntico al del tren que circulaba por allí desde un siglo antes. El metro, tan moderno y bonito, no puede detenerse en curva, porque los coches dejarían un importante hueco hasta el andén. El resultado fue que se cargaron la vieja estación de Santa María de Getxo, donde Angelita durante años guardó el paso a nivel y nos vendía los billetes.
A Ramiro aquello no le sentó bien: La nueva estación le quedaba ni más ni menos que 700 pasos más lejos que la anterior. Los había contado. Como su personaje.

'Sólo un muerto más' es una novela policíaca. Su investigador protagonizará la próxima, que no tardará en ser editada. Cuando supe que la estaba escribiendo, le pedí a Ramiro que recurriera de nuevo al personaje de los pasos. Me miró y entendí que no tenía intención de hacerme caso alguno. Lo sentí, claro.

Pero después me he alegrado y mucho. Porque si ese personaje, que en ese contacto fugaz me ha fascinado, crece, acaso sus matices no me produzcan las mismas emociones ni los mismos sentimientos. Quizá se me derrumbe.
Sucede algo similar con esas personas, pocas, que nos fascinan, y nos dejan una intensa sensación de que, si no hubieran llegado cuando nuestro corazón ya está muy bien ocupado, nos habríamos enamorado de ellas; habrían sido protagonistas y no actores de reparto. Pensar que algo habría sido posible es más alentador que comprobar que no pudo ser así.