Ha dedicado parte del curso en la CEPA de Erandio a la obra de Ramiro Pinilla. Cuando Gustavo Iduriaga y yo organizamos los primeros itinerarios por el Getxo de Pinilla, Alberto vino a uno de ellos. Me dijo que le había gustado la idea y quería aplicarla en su clase.
Es hombre de palabra y de palabras. La llamada de la semana pasada era para decirme que la cita estaba cerrada para ayer lunes y que me invitaba a que hablara un poquito de quién es Ramiro. Me citó con el grupo en la cadena. En la foto.
Alberto se había preparado mi presentación. Y en la foto, ante el grupo, está leyendo la entradilla que escribí para el reportaje de El Correo:
"Hay dos Getxos: el administrativo, que linda al norte con Sopelana y Berango, al este con Leioa, y el resto es mar o ría; y ese otro Getxo, de ficción, que se asoma en cada página de la extensa obra de Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923). También hay dos Ramiros: el creador constante, de voluntad inquebrantable, capaz de escribir dos mil y pico páginas de una obra -'Verdes valles, colinas rojas'- sin saber qué haría con ella, sin tener editor, ni las habilidades imprescindibles para moverse en el mercado editorial; y ese otro Ramiro de vida pública que gana premios -el Nadal y el de la Crítica a principios de los sesenta por 'Las ciegas hormigas'- y prácticamente desaparece del panorama literario durante más de cuarenta años.Ahí me dio la palabra. Estaba yo contando cómo para Ramiro la guerra supuso que se quedara sin su ejemplar de Flash Gordon, cuando lo vi aparecer con su cachaba por la calle de enfrente.
Cuando en 2004 la editorial Tusquets se hace cargo de 'Verdes valles…' para editarla en tres volúmenes, Pinilla sale de sus sombras, de su casa en el Getxo rural, y paradójicamente se deslumbran quienes siempre habían estado bajo los focos de la atención mediática y literaria. En dos años, obtiene el premio Euskadi de novela, el de la Crítica (ambos en 2005) y el Nacional de Narrativa. Desde entonces, alterna la publicación de nuevas obras con la reedición de las primeras. El año pasado, coincidiendo con el cincuenta aniversario de su publicación, 'Las ciegas hormigas' volvió a los escaparates. Y con ella los paisajes por los que el escritor pasea cada mañana. No es que Getxo sea el centro del universo, es su origen, según Pinilla. Y quizá vuelva y vuelva a estos paisajes porque en ellos encontró la libertad. En 'Quince años' (Pérgola, 1990) a modo de prefacio escribe: «Hay una edad perfecta. Donde la encuentres, presérvala»."
Al acercarme y preguntarle qué andaba, me dijo que el lunes es muy mal día para comprar queso fresco, que iba a mirar en una segunda tienda. Me lo llevé para el grupo.
Una le pidió una dedicatoria, se hicieron fotos, lo elogiaron, otra le reprochó el mucho sufrimiento que causa la lectura de sus novelas ("No las leas").
Seguí contando. El de la izquierda de la foto es Alberto Durana.
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