20 de agosto de 2009

Actores de reparto

En la novela 'Sólo un muerto más', de Ramiro Pinilla, hay un personaje -de Neguri, ocioso, extravagante, con ciertos aires aristocráticos- que cuenta pasos y tiene como objetivo hacer un mapa cuya unidad de medida sea el paso, el suyo. Es un personaje necesario para la trama pero que aparece fugazmente. Es fascinante.
Algo de autobiográfico hay en ello. Y lo cuento: Cuando hicieron el metro, el trayecto por Getxo (donde vivimos el escritor y yo) fue idéntico al del tren que circulaba por allí desde un siglo antes. El metro, tan moderno y bonito, no puede detenerse en curva, porque los coches dejarían un importante hueco hasta el andén. El resultado fue que se cargaron la vieja estación de Santa María de Getxo, donde Angelita durante años guardó el paso a nivel y nos vendía los billetes.
A Ramiro aquello no le sentó bien: La nueva estación le quedaba ni más ni menos que 700 pasos más lejos que la anterior. Los había contado. Como su personaje.

'Sólo un muerto más' es una novela policíaca. Su investigador protagonizará la próxima, que no tardará en ser editada. Cuando supe que la estaba escribiendo, le pedí a Ramiro que recurriera de nuevo al personaje de los pasos. Me miró y entendí que no tenía intención de hacerme caso alguno. Lo sentí, claro.

Pero después me he alegrado y mucho. Porque si ese personaje, que en ese contacto fugaz me ha fascinado, crece, acaso sus matices no me produzcan las mismas emociones ni los mismos sentimientos. Quizá se me derrumbe.
Sucede algo similar con esas personas, pocas, que nos fascinan, y nos dejan una intensa sensación de que, si no hubieran llegado cuando nuestro corazón ya está muy bien ocupado, nos habríamos enamorado de ellas; habrían sido protagonistas y no actores de reparto. Pensar que algo habría sido posible es más alentador que comprobar que no pudo ser así.

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