Quizá sea cierto: la emergencia del coronavirus, la superabundancia de información,
nos conduce a olvidar otras alertas. Por ejemplo, el asesinato de dos mujeres.
Como sucedió ayer, miércoles, en Abanto.
Se llama Faustino, tiene 60 años, y la Ertzaintza lo detuvo hasta aquí de
pastillas. Hasta más arriba. Antes, habían matado a su esposa, Miren, 65 años,
y a su hija, Paola, de 24.
Lo sorprendente es que en un medio de comunicación vasco, uno de los grandes,
una periodista se pregunta qué pudo pasar por la cabeza de ese hombre a quien
trata como asesino; luego, como presunto; más adelante, como homicida; y mucho
después, como "pirado". Pero no lo suficiente como para hacer lo que
el medio llama "esta locura". O sea, "raro", pero poquito.
La redactora ha hablado con vecinos. Y lo reivindica como recurso, porque si
no, no lo llevaría al texto. No sé, digo yo. Según recoge, los vecinos hablan
de que la mirada de Faustino daba miedo. "La verdad",
apostilla. Sin embargo, "nunca había tenido problemas con ningún
vecino".
¿Será eso bastante para absolverlo?
Un hombre que nunca ha tenido problemas con los vecinos, que es un
"pirado" y, sin embargo, todo apunta a que ha matado a su esposa y su
hija. Ese es el relato del medio.
Ay.
Como sociedad tenemos mucho que aprender. Y ciertos medios de comunicación
deben responder al compromiso social y corporativo con los derechos humanos. O
reconocer públicamente que les importa una mierda hacer bien su trabajo.
Hace 7 años
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