Hoy por la mañana, hemos celebrado en el Bizkaia Aretoa una jornada sobre posmachismos en los medios. La hemos organizado por iniciativa de Diana Rivero, una joven compañera del Departamento de Periodismo II de la UPV-EHU. Además de Diana y yo, participaban como ponentes Miguel Lorente y Rosa María Calaf. La jornada contaba también con el auspicio de Emakunde, cuya directora ha asistido de principio a fin, y de la Dirección de Igualdad de la universidad.
Pero no es de eso de lo que quiero hablar.
Concluida la jornada, hemos ido a un restaurante cercano a comer. Al sentarnos, nos hemos percatado de que las sillas llevaban unas pequeñas placas doradas. Calaf se ha sentado en la que antes ocupó Rosa, de Operación Triunfo.
No sé cómo se miden los méritos de los comensales de un restaurante, pero, para una persona como yo, Calaf ha acumulado en su vida infinidad de razones para ser objeto de un reconocimiento como ese. Como era de esperar, ninguna de las camareras la ha reconocido. Y nunca pondrán una placa con su nombre.
Hace unos años, coincidieron el Gran Wyoming y Manuel Alcántara en otras jornadas que organizamos en la universidad. El almuerzo se desarrolló en el restaurante del Guggenheim. Al acabar la comida, la responsable de sala le ofreció el libro de autoridades a Wyoming, quien, en aquel momento, estaba al frente de 'Caiga quien caiga'. No me parece mal, ni me lo pareció entonces, que trajeran el libro a Wyoming, ni que firmara. Me pareció improcedente que, por estar a su lado, firmara en el libro una tipa a la que ni siquiera 10 años después se le conocen méritos.
Eché en falta en aquella ocasión que la jefa de sala se dirigiera a los anfitriones, que éramos nosotros, y nos preguntara si había alguna otra persona merecedora de tal honor entre los comensales. Ese gesto le hubiera permitido tener las bellas palabras que Alcántara es capaz de escribir cada vez que coge un bolígrafo.
Hace 7 años
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