Hace unos años hice un reportaje sobre unos observadores españoles
que fueron a Haití a vigilar un proceso electoral. Uno de ellos,
abogado, llegó un día antes que el resto y se alojó en su hotel. A la
hora de deshacer las maletas, se asomó al balcón y en el edificio de
enfrente había un hombre en una ventana. Bajó a comer y al volver el
hombre seguía allí. Echó su siesta y, al despertar, el hombre seguía
allí. Le entró la paranoia. Estaba en Haití y estaba solo. Bajó a la
recepción, les contó lo del hombre de la ventana y le dijeron que no se
preocupara, que era un zombi. "Claro, ya me han dejado ustedes
tranquilo. Es un zombi".
Y entonces le explicaron la creencia
vudú: Los zombis son personas envenenadas a las que se llega a
enterrar, pero se les suministra un antídoto que permite que se levanten
y anden en una especie de sonambulismo. Sus necesidades vitales están
reducidas a lo mínimo y es como si tuvieran el encefalograma plano.
Carecen de voluntad.
Lo he recordado al leer esta entrada en un blog.
Hace 7 años
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