"Hace años (más de diez), me invitaron a presentar una conferencia de Adolfo Marsillach en mi pueblo: Getxo. Creo que en opinión de los organizadores, lo hice fatal, porque dije su nombre y apellido y le cedí el micrófono.
Un rato antes de comenzar la charla, me dijo que estaba nervioso, que fuéramos a pasear. Salimos del teatro, a la plaza de San Nicolás, caminamos por la calle nueva y bajamos al puerto viejo.
En algún momento de ese paseo de unos 20 ó 30 minutos, me preguntó cómo me llamaba. Lucía Martínez, le dije. La verdad.
Y me recitó un poema que yo ya sabía, pero de milagro. Un poema de García Lorca:"
 
Lucía Martínez
 
Lucía Martínez. 
Umbría de seda roja. 
Tus muslos como la tarde 
van de la luz a la sombra. 
Los azabaches recónditos 
oscurecen tus magnolias. 
Aquí estoy, Lucía Martínez. 
Vengo a consumir tu boca 
y a arrastrarte del cabello 
en madrugada de conchas. 
Porque quiero, y porque puedo. 
Umbría de seda roja. 
 
 
 
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