"Siento decirlo -y con ello no insinúo en modo alguno que la política de Rajoy vaya a tener nada que ver con la de un dictador-, pero la actitud que hasta ahora está adoptando me recuerda, de lo que yo he conocido, más a la de Franco que a la de ningún otro gobernante posterior. Los jóvenes lo ignoran y los maduros lo van olvidando, pero aquel aciago individuo era así: hermético, imperturbable, cazurro, frío, taimado. Sólo hablaba en discursos memorizados, rutinarios, hueros. Lanzaba a sus ministros por delante, los hacía quemarse, los nombraba o destituía sin dignarse comunicárselo (eran famosas las visitas de un motorista con la notificación del cese). Y, por supuesto, jamás se rebajaba a dar explicaciones a nadie, y menos que a nadie a la prensa y a los ciudadanos, que eran meros sojuzgados. Rajoy -quién si no- ha tomado ya unas cuantas medidas duras y ha incumplido no pocas de las promesas de su larguísima campaña electoral. Él, sin embargo, anda desaparecido, no ha dicho “esta boca es mía” y se lo ha dejado todo a sus subordinados, como si nada fuera con él. Se está haciendo la esfinge asiria (éstas eran barbadas, a diferencia de las egipcias y griegas)".
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