Me dejo llevar por la tendencia a la quimera y me quedo un rato detenida en ese 'Sobre ellas'. Ellas. Ellas es una tercera persona. Para que sea posible, debe haber antes una segunda y una primera. Ellas denota lejanía y provoca preguntas como "Si las mujeres son 'ellas', ¿quienes sois vosotros?", o peor aún "¿Quienes somos nosotras? ¿Cabemos las mujeres en la primera persona, es decir, en el 'nosotros'?". ¿Quién no se ha formulado estas preguntas una mañana de domingo?
Me caigo de la nube al texto, y la cosa sigue así. La
periodista escribe que a Oscar Tusquets “hablar de mujeres le parece buena
idea. Le apasionan, le divierten. Su relación con ese universo…”. Sigue que es “intensísima”.
Como intensísima es la sensación que me produce saber que las mujeres somos un
universo. O sea, somos más que un mundo. Dos líneas más abajo se me hace una
mancha en el cerebro cuando leo que él se siente “muy femenino”. ¿Será que le
ha bajado la regla? Es improbable. Nació en 1941
Copio una cita literal: “No soy biólogo, pero veo que ellas
tienen menos capacidad de abstracción, que entienden peor los mapas, vaya”. La
idea de lo de los mapas es tan manida que me provoca bostezos. Lo menos que se
le puede pedir a quien dice ser artista es que conciba ideas originales y, si
no las tiene, que cite la fuente. No sé si hacerle caso en lo de la capacidad
de abstracción de los hombres, porque en la tercera acepción del DRAE,
abstraerse es “enajenarse de los objetos sensibles, no atender a
ellos por entregarse a la consideración de lo que se tiene en el pensamiento”.
Y en sentido estricto eso es lo que hacen en muchos ratos de su vida muchos
hombres: no atender. Y para ello basta recurrir a los datos estadísticos sobre
dedicación de hombres y mujeres al hogar y a los cuidados. Pero Tusquets no lo
dice en ese sentido, sino en el malo.
Ay, él prefiere trabajar con mujeres. No he
encontrado datos sobre su empresa, pero en el mismo texto dicen que ha escrito
un libro ‘Amables personajes’, en el que traza 16 perfiles de personas “dignas
de ser amadas”. Él, que es tan femenino, que prefiere trabajar con mujeres y
que ha tenido una intensísima relación con ese universo, ha seleccionado a 4 de
16, es decir, el 25%. Un hombre así tiene que tener una esposa mucho menor que él:
27 años de diferencia.
El final es apoteósico: “Además, le
encanta ir de compras: "Sentarme y ver a mi mujer cómo se va probando
ropa". Otro punto a su favor, sin duda”.
Definitivamente, identifico con nitidez la sensación que he tenido al encontrar este texto: Las mujeres son observadas como si formaran parte de una colección de mariposas.
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