Va por ti, por mí, por todas:
Mujeres.
Os miro y me doy el gusto de masticar la palabra, así, en
plural:
Mu je res.
Somos mujeres.
Somos mujeres y vivimos en red.
Vivir en red es colaborar en la supervivencia.
Y de eso sabemos las hembras de muchas especies.
También nosotras.
Y me repito.
Mujeres.
Y colaborando en red.
Una red que sostenemos todas juntas
porque hubo un día en que quisimos meternos debajo,
y lo hicimos,
y que nos sostiene a todas ,
porque no es una red de pesca
y podemos bajarnos.
Nos mantiene a flote.
Sirve para saltar muy lejos y volver vivas a casa.
Es la misma red que usan las equilibristas.
Yo soy una mujer, como vosotras, y como vosotras formo parte
de esta red, en la que cada una vuelca lo que tiene y lo que sueña. Y yo sueño
escribiendo.
Soy mujer, agente y poeta. Y estas tres identidades también
trabajan en red. Comparten experiencias y hallazgos y escriben cogidas de la
mano.
La escritura me permite dibujar el mundo, desde la mujer que
soy y desde mi trabajo como agente. También me permite acercarme a otras
mujeres, a su dolor, su indefensión y su miedo, y construir con todo ello un
acto de justicia poética.
Escribir cura porque haciéndolo, vacío los cajones de telarañas
y le pongo nombre al miedo. Además, necesito la justicia poética que me aporta, para poder seguir luchando por
un mundo igualitario y seguro para nosotras.
Mujeres.
Por eso, las puntadas que quiero añadir a esta red provienen de
escribir un monólogo para una mujer muerta que, muy cabreada, acude a comisaría
a poner una denuncia.
Se titula Piojos con
la uñas. Y no sé muy bien si es un poema
o un puñetazo que pego sobre la mesa porque necesito protestar.
Os lo leo.
Piojos con la uñas
Vengo
a denunciar al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia, porque, por fin,
estoy muerta. Pero no tengo prisa. Ustedes sabrán donde se apunta.
Seguro
que existe una casilla para marcar las muertes cantadas. Tendrán un manual. Un vademécum de la culpa
que explique el nivel de implicación de los acusados.
Búsquelo,
necesito que se entienda bien.
Estoy
aquí para demostrar que son culpables.
Quiero
denunciarlos por complicidad y por dejación de ayuda.
¿Creé
usted que prosperará la denuncia?
Es
su trabajo. Preguntar y tomar notas.
Yo estoy muerta
porque nadie vio nunca nada.
Ocurre tan poco a
poco la muerte
que sigues
contestando al teléfono.
Y hasta te crecen
las uñas.
Te matan en
silencio.
Sin facturas.
Un trocito cada día.
Rellene
su jodido cuestionario.
No sea pusilánime.
Que
yo sea la muerta es circunstancial.
Ha
ocurrido hace unas horas.
Me
mató en casa
como quien aplasta
piojos con las uñas.
Necesitarán
pruebas
y
yo estoy aquí para eso.
Un
cadáver dispuesto a declarar.
El
caso más fácil de su vida.
Me
han traído los forenses con el trabajo hecho.
Éramos
viejos conocidos y la autopsia, más que autopsia,
ha
sido un reencuentro.
Matar es sólo un
gesto.
Aprietas
y el cuello se rompe
como se rompen los
vasos
que se caen solos de
las manos.
Pero
no se equivoque conmigo.
No
quiero promesas, ni despachos
donde
pueda hablar mucho más cómoda de mi problema.
Quiero
denunciar al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia
y
que me asignen un abogado de oficio.
La
violencia es inmensa,
pero
esto no es una guerra.
Duerman
tranquilos.
Las
guerras se hacen contra los pueblos
y
las mujeres no somos un pueblo.
Se
hacen contra las ideas
y
las mujeres no somos una idea.
Se
hacen contra los hombres
y
las mujeres en las guerras
somos
cuerpos que hacen cuerpos.
Cuerpos
viudos, violados.
Por
eso
nadie
vio nunca nada.
No
hay epidemia
ni
exterminio
mientras
nos maten
En
Casa.
De
una en una.
Como
quien aplasta piojos con las uñas.
Pueden
abrirme en canal y analizarme por partes.
Esta
vez llegaré al final y ustedes podrán colgarse una medalla.
Por
fin duerme tranquila, la muerta, en su cajita.
Estibaliz San Sebastián
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