"Su tenacidad era como la de la hormiga; si a las hormigas se les destruye su agujero, al punto se aprestan a hacerse otro; si se les destruye este, empezarán de nuevo, y así sucesivamente, sin cansarse".
Así describe Fiodor M. Dostoyevski a Pseldonimov, antagonista de Ivan Ilich en una narración titulada 'Un episodio vergonzoso'. No debe confundirse ni con el verdadero Ivan Illich ni con el personaje de Tolstoi.
Leo esa frase y se produce uno de esos momentos que tanto me hacen gozar de la lectura. Levanto la mirada, casi dejo caer el libro y el pensamiento se me va a pasos de gigante a la obra de Pinilla, a 'Las ciegas hormigas'. Y veo ante mí los acantilados de La Galea, un barco varado en las rocas y un reguero de aldeanos pugnando por bajar por el acantilado. Son hormigas, ciegas hormigas que bajan desnudas y suben con carga.
Dostoyevsky y Pinilla habitan en mi cabeza y comparten neurona.
Hace 7 años
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