En las antípodas
Oier Gorosabel, espeleólogo/Esti Kerexeta, escaladora
Las primeras pisadas
Oier Gorosabel, espeleólogo/Esti Kerexeta, escaladora
Las primeras pisadas
En las cavidades de la tierra el aire es limpio, pero la única luz es la del carburo de sus linternas. A veces, deben escalar o dejarse caer por una gruta; en otras, bucear en aguas en las que, en cuanto se aletea, el polvo se levanta y no se ve ni la nariz propia. Tanta oscuridad deslumbra a Oier Gorosabel. Tras cuatro años de buscar cuevas, no sabe explicar por qué vuelve. Es un deporte tan difícil que, en caso de accidente en una gruta profunda, los equipos de salvamento recurren a ellos. Esti Kerexeta prefiere la roca a cielo abierto, los espacios con luz. Sobre todo, le gusta la escalada. Es capaz de colgarse de un clavo, siempre que no arda.
-¿Cómo empezaron?
-Esti Kerexeta: Yo, con los amigos, a los 16 años. Después, hice un curso en la Federación.
-Oier Gorosabel: Yo la primera vez que entré en una cueva era también muy joven, pero formalmente, como es debido, hace cuatro años.
-¿Qué cualidades se requieren?
-Esti: La fuerza ayuda mucho, pero hay cosas más importantes, como las ganas de entrenar, la psicología a la hora de acercarnos a una pared y pensar cómo se puede hacer y la técnica, que en el caso de las mujeres compensa la diferencia de fuerza con respecto de los hombres. Yo le doy mucha importancia a la cabeza, tanto al entrenar como al afrontar una pared.
-¿Se entrenan en la roca?
-Esti: Sí, aunque como aquí llueve tanto, también en rocódromo.
-¿Y un espeleólogo?
-Oier: En cuanto a exigencias físicas, lo nuestro se parece más al montañismo, pero el filtro son las estrecheces. No se puede sufrir claustrofobia. Es un medio oscuro, y todo eso afecta más psicológica que físicamente. Además, siempre estamos mojados y embarrados.
-O sea, que usted mira la pared&hellip
-Esti: Sí, usamos el término visualizar, es decir, pensar qué movimiento hacer, adónde agarrarnos&hellip
-Oier: Nosotros pisamos todas las semanas terrenos que nunca antes había pisado un humano. Parecía que las exploraciones se habían acabado en el siglo XIX. Pues mira.
-También entrarán en cuevas que ya han sido dibujadas.
-Oier: Nos metemos a dibujarlas. Llevamos 30 años con la cueva de Lezate y ha llegado un momento en que la tenemos bastante explorada, casi acabada, pero hace tres semanas, un compañero dijo que hay que ir a las galerías del Sáhara porque cree que hay algo.
-¡Al Sáhara!
-Oier: Nosotros tenemos que poner nombres a los lugares que encontramos. Los topónimos son siempre externos pero las cavidades del interior de la tierra no tienen nombre. Cuando hacemos los mapas, debemos bautizar lo que encontramos.
-¿Cómo lo hacen?
-Oier: Las cuevas sí tienen nombres y para el interior nos basamos en si ha pasado algo, si un compañero ha resbalado&hellip Cosas triviales. El pozo del martillo, porque un compañero cayó y nadie ha tenido valor para ir a por el martillo; la sala blanca, por razones obvias; la sala del mozkorti, porque se perdió una bota; en la del Sáhara hay arena.
-Esti: Nosotros también nombramos las rutas nuevas. Al principio, se ponía el nombre de quien la había abierto.
-¿Alguna suya, Esti?
-Esti: Hemos sido un poco raros con los nombres. Por ejemplo, Clytemnestra lo tomamos de un espectáculo de ballet. Otra es Nngma Tamtum, una broma que teníamos entonces.
-Oier: Se basan en lo que has vivido ese día.
-¿La espeleología es un deporte o una ciencia?
-Oier: Hay espeleólogos que sólo hacen turismo. Van a cuevas conocidas y las recorren. Nosotros exploramos y creemos que no debemos permitirnos el lujo de pisarla toda y largarnos, porque quizá no vuelva nadie en 200 ó 300 años. Dejamos registro de lo que hay porque al propio municipio le interesa. ¡Encontramos ríos que después se usan! Fotografiamos las cavidades, analizamos el agua, observamos las formaciones calcáreas... La forma de la cueva nos ayuda a entender en gran medida la estructura de la montaña, las diferentes capas geológicas que se han producido&hellip
-¿Saben de todo?
-Oier: Un poquito de todo, pero los compañeros se especializan. Y hay otros que fueron espeleólogos y ya no entran, pero con una fotografía pueden medir el interés de lo que hemos encontrado.
-Entre escaladores sí hay rivalidad.
-Esti: Depende de la persona. El deporte en sí no la fomenta. Sí surge cuando hay competición.
-¿La estatura influye en el deporte?
-Esti: Es uno de los temas más polémicos, pero yo no estoy de acuerdo.
-Hay categorías en judo, boxeo&hellip
-Esti: La altura se compensa con el peso. La escalada es muy completa y lo que ahora te favorece, después perjudica.
-¿Se puede dar con una pared imposible para ciertas estaturas?
-Esti: No. En Estados Unidos decían que una escaladora, Lynn Hill, había hecho una pared, 'El Capitan's Nose', porque tenía la mano pequeña. Una pionera, una mujer con mucha técnica y vitalidad. Después, ya la han hecho hombres.
Escalada artificial
-¿Manipulan el paisaje?
-Oier: La tendencia es a no hacer, pero a veces abrimos cavidades a base de espátula. También hacemos escalada, pero artificial, siempre. O sea, con taladro y buril. Usamos más instrumental porque no podemos arriesgar tanto. El rescate de un escalador, aunque tenga su dificultad, es más fácil. En el interior de una cueva no puede entrar un helicóptero, y a veces ni una camilla. Vamos siempre a lo seguro.
-Esti, ¿usted también ha hollado tierras que nunca antes se habían pisado?
-Esti: No sé, no podría decirlo.
Aquí tercia el marido de Esti, también escalador. La cita se cerró el último sábado de enero. Oier y Esti vinieron con sus familias para aprovechar el viaje a Bilbao: unos para ir al rocódromo, otros para callejear. Afirma el marido: «Siempre que abres una vía, eres la primera persona que va por ahí».
-¿Hay tesoros en las cuevas?
-Oier: Se encuentran cosas que alguien escondió en su día, creyendo que nadie las encontraría.
-¿Por ejemplo?
-Oier: Dos pistolas automáticas. Las entregamos a la Ertzaintza y acabaron en la Audiencia nacional.
Publicado en El Correo, 7/2/10.
La foto es de Bernardo Corral.
Publicado en El Correo, 7/2/10.
La foto es de Bernardo Corral.
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